Me
niego a extrañarte, a quererte, a desearte. No quiero tenerte, ni usarte, ni dejarte. Detesto la espera, la esperanza, el sentimiento.
Aborrezco tus mentiras, la incertidumbre, la distancia. No necesito tu
lástima, tu compasión, ni tu ayuda. Odio tu egoísmo, tu soberbia, tu ironía. No
te daría mi vida, ni mi tiempo, ni mi alma. Me enferman tus silencios, tus pretextos, tus excusas. Mataría tu crueldad, tu
injusticia, mis
miedos. Desprecio tu
insolencia, tus atrevimientos, tus promesas inútiles. Me
molestan tus olvidos, tus descuidos, tus manías. No tolero tus enojos,
tu inconsciencia, tu torpeza.
Pero muero por tus besos, tus abrazos, tu
presencia. Soy débil a tu encanto, tu inocencia, tu
bondad. Me estremezco con tu
aliento, respirándome un “te quiero” y un “nunca te voy a dejar”.