Debo decirte algo antes de que te bajes de
este sucio vagón y quede muerto, mirarte a los ojos, y tal vez recordarte que antes de
rendirnos fuimos eternos.
Me levanto decidido y me acerco a ti y algo en mi
pecho se tensa, se rompe. "¿Cómo estás?
Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí?", y una sonrisa tímida responde "perdone, pero creo que se ha equivocado",
"Disculpe, señorita, me recuerda tanto a una mujer que conocí hace ya algunos
años". Más viejo y más cansado vuelvo a mi asiento, aburrido vigilo
las caras de los viajeros, compañeros en la rutina y en los bostezos.