jueves

1995


Debo decirte algo antes de que te bajes de este sucio vagón y quede muerto, mirarte a los ojos, y tal vez recordarte que antes de rendirnos fuimos eternos.
Me levanto decidido y me acerco a ti y algo en mi pecho se tensa, se rompe. "¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí?", y una sonrisa tímida responde "perdone, pero creo que se ha equivocado", "Disculpe, señorita, me recuerda tanto a una mujer que conocí hace ya algunos años". Más viejo y más cansado vuelvo a mi asiento, aburrido vigilo las caras de los viajeros, compañeros en la rutina y en los bostezos.